Algo que el tiempo ha respetado en este lugar es un tesoro vivo y uno de los principales encantos de Maní, que es escuchar cómo la lengua maya se encuentra vigente y poderosa entre casi todos sus habitantes, quienes suelen llevar una vida tranquila como ocurría hace siglos.
Maní es famoso no sólo por ser el punto de partida de la llamada Ruta de los Conventos en Yucatán, sino por su fabulosa comida que ha sido preservada por cocineras tradicionales; por los métodos ancestrales de apicultura para cultivar la miel de la abeja melipona, además de por el patrimonio arquitectónico colonial y sus artesanías, atributos que le valieron ser nombrado, desde el 1 de diciembre de 2020, Pueblo Mágico de México.
Entre mayas y franciscanos
Maní es una tierra por donde brota una muy especial espiritualidad. Para explicarnos su nombre debemos remontarnos a la lengua maya en donde encontramos que puede remitir al “Lugar donde todo pasó” o bien Manik, que es el día del calendario maya relacionado con el venado.
Y aquí viene el misticismo. El recorrido por Maní inicia en el Convento de San Miguel Arcángel, construido bajo la orden franciscana pero con las piedras de los antiguos edificios mayas.
Además de fungir como una de las primeras escuelas de evangelización, este lugar se distingue por dos razones: una, porque aquí el polémico Fray Diego de Landa realizó, en 1562, el célebre Auto de fe, que consistió en la quema de códices mayas con detalles históricos, astronómicos, religiosos y que, según Justo Sierra, también propició la destrucción de miles de objetos, vasijas e “ídolos”. La historia describe que algún tiempo después, el mismo Fray Diego de Landa, arrepentido, dedicó el resto de su vida al estudio y divulgación de la cultura maya. La segunda razón es porque este convento cuenta con una de las capillas abiertas más impresionantes de América Latina.
El recorrido cultural no para ahí. Toda una experiencia peculiar se vive al recorrer la ruta de meliponarios –donde se cultiva la miel que es utilizada con fines medicinales, de las famosas abejitas que se caracterizan por su falta de aguijón– llamada Xunáan, una actividad ancestral heredada por los mayas. Se calcula que hay 30 meliponarios en todo el municipio y el trabajo de los apicultores permite la conservación de la abeja melipona.
Pero Maní tiene reservadas más sorpresas. Otro de los máximos atractivos es el cenote XCabachen. Inesperadamente, su entrada para verlo se encuentra… ¡en pleno centro del pueblo! Como lo lees: un cenote de grandes proporciones a la sombra de una enorme ceiba, árbol sagrado para los mayas. La leyenda cuenta que cuando llegue el fin del mundo será por la falta de agua y entonces, de todas partes del mundo irá la gente hasta el pueblo de Maní en busca del vital líquido, cuando una anciana maya será quien la reparta.
Mientras ese momento llega, mejor disfrutemos de la gastronomía del estado de Yucatán a través de grandes representantes de buena comida como lo es Doña Clotilde, que se destaca por ser de las mejores exponentes de la cocina tradicional yucateca donde recibe a los comensales en su casa para deleitarlos con platillos regionales como las chayitas, el sikil-pak, el frijol con puerco o la cochinita pibil, todo acompañado de la rica agua de chaya con limón y dulces típicos.
Y para recordarlo para siempre, llevemos muestras del arte textil lugareño. Aquí en Maní podrás ser testigo de una de las técnicas de bordado más antiguas en Yucatán, la X’manikté que significa “siempreviva” y que hace referencia a lo eterno. Podrás encontrar un sin número de opciones de blusas, vestidos y artículos para el hogar preciosamente bordados. En este lugar también se elaboran hamacas, sombreros y bolsas, que además de bellísimas son útiles y durarán mucho tiempo.
Dado todo lo anterior ya te queda claro que, si quieres un pueblo con magia, ya sabes a dónde ir… a Yucatán.