El chef Walter D’Amico llegó a México en 1975, para ese momento ya tenía grabadas las enseñanzas de su madre en el amor y la cocina. Hoy ofrece magia a cada comensal en su restaurante, Casa D’Amico.
La pasta es una delicia que ha conquistado paladares en todo el mundo, pero no se trata sólo de una mezcla de harina y agua, es un ritual, un arte y para el chef Walter D’Amico, al frente de la cocina de Casa D’Amico es “un altar, algo casi religioso que se debe respetar y tratar con amor y cariño; es un procedimiento que requiere golpes y caricias en los momentos adecuados para obtener el resultado deseado”.
A los 11 años Walter D’Amico se enamoró de la cocina, de la magia que su madre hacía con cada ingrediente que llegaba a sus manos: “Yo tenía como 8 años y estaba en la escuela, un día un niño dijo: oggi ho mangiato carne (hoy comí carne); estábamos en postguerra, no sabíamos que se comía carne. Regresé a mi casa y le dije a mi mamá ‘hoy quiero comer carne’, ella me dijo ‘claro’. Entonces tomó la lechuga, le quitó las hojas y fileteó la parte más dura, agregó hongos y leche de una cabrita que teníamos; finalmente, agregó dos claras de huevo e hizo un omelet. Ella me dijo ‘aquí está la carne’, yo la comí feliz y le dije ‘má, ¿por qué nunca me habías dado la carne?’, ella me dijo ‘nunca me la habías pedido’”, recuerda.
“Tres años después, un tío celebró la primera comunión de sus hijas e invitó a toda la familia a una trattoria, comenzaron a llevar la comida y cuando llegó un mesero dijo: ‘niños, aquí está la carne’. Yo pensé, ‘ey ey ey, esta no es carne’, él me vio raro y me dijo ‘sí es carne’. Yo busqué a mi mamá con la mirada, ella bajó los brazos e hizo una seña como ‘ni modo, ya me descubriste’. Entonces, me levanté llorando, fui hacia ella y le dije ‘eres la mejor mamá del mundo, te amo, hiciste magia y de grande también quiero hacer magia’”, agrega emocionado.
Gracias a su madre, el chef D’Amico descubrió su pasión por la cocina, no de una forma profesional, sino como una historia de amor. Fue así como decidió dedicarse a este oficio, buscando siempre sorprenderse a sí mismo y a los demás con platillos innovadores, atrevidos y a veces, “un poco locos”.Para Walter, la pasta es sagrada, es un ingrediente primario no sólo en la gastronomía italiana, sino también para la cocina internacional. Con los años ha descubierto que no importa la manera en que se prepare, porque la cocina no tiene límites. En Casa D’Amico, la pasta se elabora de la manera tradicional: huevo, harina, sal y un poco de aceite, pero a veces a Walter le gusta experimentar y agregarle insumos menos convencionales como betabel, col o garbanzos. Al final de cuentas, su secreto para preparar este platillo es sólo uno: “hacer lo que me ha enseñado mi mamá, darle el cariño y el debido respeto a la pasta, porque no es cualquier cosa, la tienes que tratar bien, para que después te dé el resultado que quieres. Es un procedimiento muy cariñoso”, explica. De esa manera Walter honra el legado de su madre en la cocina. Además, le gusta interactuar con sus comensales, a quienes frecuentemente les pide ideas para crear platillos que “bautiza” con el nombre de quien le dio la inspiración: “les digo, ‘dime qué quieres y yo te cocino algo’”. El espíritu amoroso, la pasión por la comida italiana, las expresiones de felicidad, el servicio cálido y la deliciosa comida reinan siempre en Casa D’Amico, un lugar que hace honor a su nombre y al apellido de la familia que recibe a cada comensal como a un amigo al que con cada platillo buscan ofrecer sólo una cosa: magia. Casa D’Amico, el lugar donde surge la magia de la comida italiana |
Casa D’Amico está instalado en una antigua casona de los años 40, en su interior la magia de la auténtica cocina italiana cobra vida con los platillos de Walter D’Amico, quien con cada creación comparte un trocito de su amor por la cocina y por Italia. Su apellido quiere decir “De Amigo”, justamente esa es la raíz y lo que representa este restaurante y lo hace ideal para asistir en compañía de personas queridas. Casa D’Amico se localiza en Homero 433, Polanco.