De México, Francia y Bolivia a la cima del Pico de Orizaba, ocho supervivientes de cáncer
que inspiran al mundo con el apoyo de la Fundación Cimas de la Esperanza.
El Pico de Orizaba, la montaña más alta de México, fue escenario de una historia
inolvidable de valentía y superación. Camila, una joven de 16 años, y Abel Mora, un hombre
de 50 años, ambos supervivientes de cáncer, lograron conquistar la cima a pesar de haber
perdido una pierna debido al osteosarcoma, un tipo agresivo de cáncer óseo. Su hazaña no
solo desafió los límites físicos, sino que envió un mensaje contundente: los sueños están
por encima de cualquier adversidad.
Camila, la participante más joven de la expedición, fue diagnosticada con osteosarcoma a
los 9 años. Tras una amputación complicada y años de recuperación, decidió que su historia
no estaría definida por el cáncer, sino por su capacidad de inspirar. Para Abel, la lucha
comenzó a los 13 años de edad, Abel encontró en la comunidad de supervivientes de
Cimas de la Esperanza la fuerza para enfrentar su nueva vida con optimismo.
Cada paso hacia la cima del Pico de Orizaba fue un recordatorio de lo lejos que han
llegado. Camila cargaba en su mochila el sueño de demostrar que la juventud no es una
limitación, y Abel llevaba consigo el mensaje de que nunca es tarde para desafiar lo
imposible.
«Había momentos en los que el dolor era intenso, pero recordaba todo lo que he superado.
Estar aquí, tocando la cima, es mi manera de decirle al cáncer que no ganó,» compartió
emocionada Camila tras llegar a la cumbre.
La expedición fue organizada por la Fundación Cimas de la Esperanza, que apoya a
supervivientes de cáncer en su camino hacia la recuperación y el descubrimiento de su
fortaleza interior. Camila y Abel representan la esencia de esta misión: demostrar que, sí
pueden conquistar una montaña, pueden superar cualquier desafío en la vida.
Camila y Abel no solo llegaron a la cima de una montaña; llegaron al corazón de quienes
creen que el cáncer deja cicatrices imborrables. Su historia demuestra que esas marcas son
símbolos de fortaleza, no de derrota.
«Hoy, desde lo más alto de México, gritamos al mundo que los límites no existen. El cáncer
puede quitarte mucho, pero jamás te quita los sueños,» mencionó Abel con una sonrisa de
triunfo.
La expedición contó también con un invitado especial: Kenny Carvajal, miembro de la
Fundación Nuestra Esperanza de Bolivia, quien viajó a México gracias a la invitación de
Cimas de la Esperanza. Kenny, superviviente de cáncer y quien perdió un riñón durante su
batalla, demostró que la fortaleza humana no tiene fronteras.
A este ascenso se unió José Gilberto Becerril de México y cuatro supervivientes de la
Fundación hermana de Cimas de la Esperanza en Francia, Najma Oulharj, Louis Ancel,
Maeva Pigny y Angelique Midot, quienes también tocaron el techo de México. Estos
valientes escaladores no solo trajeron consigo sus propias historias de superación, sino que
fortalecieron los lazos internacionales de apoyo y solidaridad.
La hazaña no habría sido posible sin el respaldo de Campo Vivo y Salomon, dos marcas
que fueron grandes aliadas en este ascenso de Cimas de la Esperanza, y de los guías de
Ice And Rock Expeditions, quienes garantizaron la seguridad en cada paso en la montaña..
«Cada uno de los participantes son una prueba viviente de que las barreras son superables.
Juntos, Camila, Abel, José Gilberto, Kenny, Najma, Louis, Maeva y Angelique nos han dado
un poderoso mensaje: las montañas que enfrentamos son pequeñas comparadas con la
fuerza que llevamos dentro» destacó Sarah Legrand, Coordinadora de Cimas de la
Esperanza.
“Una cima, muchas historias. Está expedición nos enseña que la esperanza no tiene
fronteras ni límites” concluyó Mateo Dornier, creador del proyecto y quien perdió a dos
hermanas debido al cáncer.