El sistema milpa y el maguey han sido los cultivos más importantes en el desarrollo de las
culturas que habitaron lo que hoy conocemos como América, la domesticación del maíz
parece ser muy cercana a la domesticación del agave en el territorio que hoy ocupa México.
La importancia de estas plantas para la sobrevivencia de estas culturas inicialmente
nómadas radica en el descubrimiento de la agricultura que las llevó a convertirse en
sedentarias.

En el caso del maíz, fue completamente domesticado, mientras que, en el caso del maguey,
ocurrió algo interesante. Su diversificación no sólo es resultado de la polinización cruzada en
la que los murciélagos tienen un papel clave, suponemos que en gran medida la
intervención humana fue un factor que sumó a la selección de especies por sabor y
rendimiento, lo anterior permitió generar dos grupos de estas plantas: las silvestres y las
domesticadas.

La existencia de especies en estado silvestre ha permitido a lo largo de varios siglos
continuará evolucionando y con ello, siguieran surgiendo nuevas especies. Por otro lado, las
que fueron domesticadas, al igual que el maíz, fueron “mejoradas” a través de la selección
que los campesinos hicieron de la planta, ya fuera para la producción de pulque o la
producción de destilados.
El maguey, usado como alimento, vestido, materiales de construcción, elemento ritual u
ornamental ha sido una planta altamente valorada siglos atrás, aunque en los últimos 2
siglos, su uso se ha reducido a la obtención de fibras y de bebidas.
El sistema Maguey Intercalado con Milpa (MIM) también conocido con metepantle 1 , tuvo su
origen en la agricultura precolombina y es resultado del manejo que los campesinos hicieron
de las terrazas, donde, para poder aprovechar las laderas y sus pendientes, construyeron
bordos de tierra o piedra para retener el suelo.
El metepantle representa una de las primeras formas de cultivar y aprovechar los terrenos
con pendientes, que en nuestro país suelen ser muy comunes por la gran cantidad de
montañas. Por otra parte, este tipo de terrenos de menor calidad, solían ser aquellos a los
que, en la época colonial tenían acceso, sobre todo, porque los terrenos planos y de mejor
calidad estaban en manos de hacendados.
El ingenio aunado a la necesidad de aprovechar los recursos al máximo, dieron como
resultado un sistema de siembra que sobrevive hasta nuestros días, aunque, cada vez en
menos medida, pues desde finales del siglo pasado se estableció una nueva forma de
cultivo del agave: el monocultivo.

1 Metepantle significa «hilera de magueyes» en náhuatl y se refiere a un antiguo sistema agrícola que
utiliza terrazas escalonadas e hileras de magueyes para proteger el suelo y conservar el agua. Este
método combina el cultivo de maíz, frijol, calabaza y agave con el de plantas silvestres, resultando en
una práctica agroecológica que asegura la producción de alimentos y el sustento de las comunidades.
El monocultivo, en un principio reservado a terrenos planos y altamente productivos, se ha
ido desplazando para cubrir cerros y laderas. Desafortunadamente, junto a éste se
implementó el uso de “paquetes tecnológicos” para su cultivo basado preponderantemente
por el uso de pesticidas, herbicidas y abonos sintéticos.
Siendo las comunidades rurales el reservorio de maíces criollos y de la mayor parte de la
biodiversidad que habita en nuestro territorio, es urgente volver la mirada a las prácticas
tradicionales de cultivo.
El sistema MIM se plantea como un sistema noble, donde el objetivo es producir alimento a
partir del cultivo de la milpa, mientras que el agave es un subproducto que puede
aprovecharse de manera paralela.
Así mismo, el sistema MIM, sigue cumpliendo su doble función: retener suelos y producir
alimentos y maguey para la elaboración de bebidas fermentadas (pulque) o destiladas.
Pensar el mundo desde la perspectiva de la agricultura regenerativa, es una posibilidad para
mantener los cultivos tradicionales, así como maíces, calabazas y frijoles criollos y un
sistema productivo basado no en el rendimiento sino en la diversidad, ya sea de aromas y
sabores o simplemente de agaves.
El aprovechamiento integral del agave y la milpa, pueden representar una estrategia ante los
efectos del cambio climático, pues son plantas que han pasado por procesos de adaptación,
pero, sobre todo, por vivir en condiciones extremas ante lo cual también se han
diversificado.
Desde las montañas de Chihuahua en el norte, hasta las del sur en Oaxaca, México se
caracteriza por la gran diversidad de especies de agaves que podemos encontrar, los
diversos usos que las comunidades han dado a la planta, y que hoy día es necesario
retomar y recuperar.
El uso de las fibras muy probablemente sea el primer regreso de la planta a nuestra
cotidianidad, aunque también su uso como alimento sigue siendo vigente, es cada vez
menos común; sin embargo, es importante rescatar el uso del agave en la cocina como
alimento, así como como ingrediente para la elaboración de platillos.
El manejo del territorio se basa en el aprovechamiento racional de las plantas y animales
que lo habitan. El uso planificado según las necesidades de los que habitan el lugar, pero
igualmente importante resulta saber esperar a que la planta alcance su madurez para poder
ser aprovechada.
En resumen, el agave es una planta que da identidad a nuestro país, forma parte de su
historia, del paisaje y su imagen está en el imaginario de todo mexicano. Aunque hoy día,
esta riqueza biológica puede estar en peligro, no sólo por el aumento del monocultivo, el
cambio en los métodos de propagación, pero, sobre todo, por la selección de únicamente
dos especies de alto rendimiento, poniendo en situación crítica la sobrevivencia de aquellas
que no logren ser competitivas en rendimiento o de periodo corto de madurez.
Junto con la pérdida de la diversidad de agaves, también perderemos la memoria, parte de
nuestra identidad, y el legado que la naturaleza dejó a nuestro cargo. Por ello, es importante
replantearnos el mundo desde otra lógica distinta a la productividad.
Finalmente, la responsabilidad debe ser compartida, no sólo recae en el campesino, también
en el consumidor, el ciudadano, el Estado y todos quienes habitamos el territorio, este que
es nuestro hogar y donde hemos evolucionado.
Por ello, en este 20 de octubre, Día Nacional del Mezcal, desde Fundación Herdez –
Casa Doña María Pons te invitamos a conocer más sobre la planta que le da origen, su
riqueza cultural, su diversidad y el arte que encierra su producción. En nuestras bibliotecas
encontrarás materiales que profundizan en este tema, como el libro Mexcalli, de Graciela
Ángeles Carreño, una de las voces más importantes y expertas en el universo del mezcal,
así como otros títulos dedicados a la cultura de los destilados de agave y a las tradiciones
que los rodean.
Visita la Biblioteca de la Gastronomía Mexicana en nuestra sede de Ciudad de México
(Seminario 18, Centro Histórico) o la Biblioteca Casa Doña María Pons en San Luis Potosí y
descubre más sobre este y otros temas que celebran la diversidad cultural de nuestro país.
*Graciela Concepción Ángeles Carreño Maestra en Sociología con Atención al Desarrollo Regional
(IISUABJO), Doctora en Desarrollo Rural (UAM-X) y Gerente General de Mezcal de los Ángeles S.C
de R.L.

